En 1939, Pacelli fue nombrado Papa, y tomó el nombre de Pío
XII. Comenzaba la Segunda Guerra Mundial. Desde el Vaticano se desarrollaba una
cruzada contra “el bolchevismo”, que él continúo con entusiasmo, y que tuvo
gran importancia política luego de 1945 y durante la Guerra Fría. Desde el
inicio de su papado, Pío XII mantuvo un total silencio y “neutralidad” ante el
avance del nazismo y sus crímenes espantosos.
Uno de los hechos más atroces y documentados se refiere a la
deportación de los judíos romanos, en 1943. En octubre, camiones de las SS
entraron al viejo gueto de Roma y comenzó la redada. El objetivo era concentrar
algo más de un millar de hombres, mujeres y niños, en el Collegio Millitare,
para luego embarcarlos en trenes hacia el norte. Pacelli rápidamente tuvo
noticias del operativo. Algunos de los camiones tomaron un camino que les
permitiera pasar delante de la Plaza de San Pedro, se dice que para que los SS
alemanes pudieran apreciar la Basílica… Se dice también que los judíos
gritaban, tratando de llamar la atención del Pontífice… Hubo muchas presiones
para que Pío XII se pronunciara denunciando la deportación. Incluso autoridades
de ocupación preferían que no se hiciera el operativo, temiendo una rebelión
del pueblo romano. Pero Pacelli guardó silencio. Luego de la caída de Mussolini
y a medida que se aproximaba la caída del nazismo se acrecentaron los reclamos
sobre la complicidad de Pío XII con el Tercer Reich, tanto desde los países
ocupados como de integrantes de la propia Iglesia Católica. En un giro total,
desde 1945 el Vaticano adoptó un discurso “democrático” y se plegó a las
celebraciones de la liberación.
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